martes, 27 de octubre de 2015

VIAJE SIN RETORNO


 
Caminaba rápidamente por el sendero, volteaba sin cesar  hacia atrás, el camino comenzó a hacerse más largo o eso le pareció cada paso que daba, el frio le hizo levantar el cuello de su chamarra, y al hacerlo su mente voló hasta el día que llego a ese lugar, vivía en los suburbios de la ciudad, y estaba harto del ruido y las fiestas de cada noche, así que decidió cambiar de residencia a un lugar menos  concurrido y dio con ese pueblo a treinta y cinco minutos de la ciudad, pero que conservaba la tranquilidad que se siente en el aire de provincia, le dijeron que existía una propiedad en venta, muy económica que al consultarlo con su bolsillo, le alcanzaba perfecto así que la adquirió y se mudó, le encantaba ese lugar, pero esa noche estaba nervioso, desde hacía unos días se sentía incómodo, así que había decidido salir a caminar, la  sensación  de que le seguían no dejaba de rondarle, caminando por esa calle a punto de llegar a su casa, detrás del árbol de pirul que estaba a unos metros de la entrada, vio una luz ¿Cómo tenia luz el árbol?, se olvidó de su delirio de persecución, y camino sin detenerse como si algo le llevara al árbol como un imán,
 

Asomándose despacio por la abertura de donde salía la luz, vio una sombra pasar por enfrente, y se escondió, ¿paso  en verdad a alguien? O ¿fue su imaginación? La curiosidad le hizo volver a asomarse y se dio cuenta de la grieta era lo suficientemente grande como para que pudiera entrar y contra toda lógica, ingreso por una grieta de un árbol, y siguió adentrándose hasta donde vio la luz, sobre un montón de hojas  se podía apreciar la silueta de un cuerpo, caminando de puntillas llego hasta ahí,  estirando la mano giro el cuerpo y se encontró con una calavera que le miraba con las cuencas vacías,  lo más aterrador fue cuando una mano huesuda le tomo del hombro y salió de su garganta un grito desgarrador, el ultimo que daría en su vida

Amanecía  cuando la señora que vende tamales, paso por la calle del pirul, y encontró sobre la acera el cuerpo sin vida, pego un grito en ese momento, la cabeza era una calavera que la miraba con sus cuencas vacías, se trataba de Ernesto Hernández,  se reconoció el cuerpo por la cartera, de la chamarra, hasta este día, nunca se supo cómo fue que el cráneo del difunto se quedó sin piel

La casa está de nuevo a la venta, ¿le gustaría adquirirla? Es una ganga muy barata a solo treinta y cinco minutos de la ciudad…


Autor:
                    Atenea Gzl 

                               foto de +Juan Cabezuelo





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